Salmos y experiencia personal de Dios

Salmo 55. El mal por todas partes

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB

 


Antífona. Señor, escucha mi oración,
Estremezco con los golpes del enemigo


Padre, te ruego que acojas mi oración;
Muéstrame tu rostro, te lo suplico.
Escúchame bien y dame una respuesta.

Estoy trastornado y no sé ya qué pensar
Ante un mundo que quiere destruirme
Y llevarme a la increencia,

Un mundo que me atormenta sin cesar,
Que me abruma con sus cóleras.

Mi corazón se ahoga bajo la presión del Maligno;
El miedo me hace dudar a veces de la muerte;

Tiemblo de espanto dentro de mí
Y el sudor me cubre todo el cuerpo.

Entonces, desearía volar a otro sitio,
Esconderme en otro mundo seguro,
Huir lejos, muy lejos, al desierto,
Y descubrir un refugio sin viento ni tempestades.


Antífona. Me dirijo a Dios,
Y el Señor me salvará.

Padre, mira todas estas argucias,
Estas divisiones mal comprendidas con palabras.

Todos los días estallan en mi ciudad
Con discursos y violencias;
Durante la noche como el día corren las calles.

Corazones que hablan de sus malos deseos
Que resultan, en la plaza, ser crímenes y brutalidades.

Y todo eso se produce incluso entre amigos.
Entre enemigos se podría entender.

Antes que un adversario triunfe sobre mí,
Podría huir siempre lejos de él.

Pero viene el reproche, un familiar, un íntimo
Con quien intercambiaría mi confianza,
Antes incluso que buscarla en la oración.

Sentiría ganas de desear que desaparecieran,
Que fueran castigados por el resto de su vida,
Pues me parecen muy malvados.


Antífona. Descarga tu fardo en el Señor,
Él te cuidará.


Yo pongo mi seguridad en mi súplica al Padre:
Es él quien me cuidará;

Por la mañana, a mediodía y por la noche
Le he contado mis problemas,
Y nunca ha dejado de escucharme.

Incluso cuando estaba sumido en mis problemas
O cuando la gente me obligaba a batirme,
Me conservaba sano y salvo en la libertad del corazón.

El sabrá bien revelarles su pobreza
A esa gente que, desde hace mucho tiempo, hacen el mal.

No tienen el aire de ocuparse de él:
Pero los ama desde el principio del mundo.

¿Conoces a un hombre que traicione a sus amigos,
que profana su compromiso con el Señor?

Hay palabras conciliadoras
Al mismo tiempo que su corazón quiere destruir:

Su boca está llena de dulzura
Pero sus manos esconden puñales en su espalda.

No los soportes,
Confía en el Padre: él te reconfortará
Pues nunca deja caer a quien confía en él.

Es verdad, Padre, sabrás quebrantarlos
A todos los que mienten y hacen correr la sangre;

Un día se verán ante la nada,
Y se darán cuenta de que su vida es un fracaso.

Que vuelvan a contar contigo
Como me concedes hacerlo en este momento.