Salmos y experiencia personal de Dios

Salmo 31. Recuerdos y oraciones

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB

 

 

Antífona. En tu justicia, escúchame, Señor.


Señor mío y Padre mío,
Sólo quiero morar en tu casa;

Que nunca me decepcione de la vida.
Que tu amor me lleve a la libertad.

Sé sensible a mis llamadas
Para deshacer los lazos que me retienen.

Me cobijo en ti como una roca;
Me acojo a ti para salvarme.
Pues tú eres mi roca y mi fortaleza.

Haz honor a tu corazón de Padre:
Llévame según tu designio,

Guárdame libre de las tentaciones en mi camino;
Pues toda mi fuerza me viene de ti.

En tus manos pongo mi vida:
Me has librado del mal, Padre,
Tú eres el verdadero Dios, el único Salvador.

Rechazo contar con mis quimeras;
Toda mi seguridad está en ti.

Es maravillosa tu fidelidad
Al vigilar mi miseria y mi angustia.

No dejas nunca que el desgraciado me esclavice:
Si soy débil, me haces realista
Y logras que crezca en libertad.


Antífona: Que tu rostro se ilumine para tu servidor


A veces, he llamado a tu corazón
Pues la angustia me abrumaba,
La tristeza me roía por todas partes.

Mi vida terminaba en la tristeza;
Los gemidos cubrían mis jornadas.

Mi culpabilidad empleaba mis fuerzas para la lucha,
Hacía frente con resistencia.

Un día, fue mi ambiente el que me hizo daño.
Comprendidos mis vecinos y mis amigos:

Tenían miedo de mí y de que huyera.
Me olvidaban como si estuviera muerto;

Para ellos me había convertido en un fardo
E incluso alguien me molestaba.

He tenido la impresión de que con un acuerdo común,
Te rogaban para que yo muriera cuanto antes.

Pero yo cuento siempre contigo.
Te lo repito todavía: Padre mío, eres tú.

Vivo cada minuto unido a tu mano;
No dejes que el mal se encarnice contra mí.

Hazme saborear tu corazón paternal;
Que tu presencia fiel me salve de todo mal.

¡Oh! Padre, responde a mi llamadas
Cuando te pido la felicidad;

Pero si cuento con el mal para ser feliz,
Que sólo exista el desierto para mí.

Haz estériles las ilusiones que mantengo
Para justificar mis caprichos
Al desprecio de las sugestiones de tu amor.


Antífona.
Bendito sea el Señor que hizo para mí
Maravillas con su amor.


Son sin embargo tan grandes los favores
Que reservas a la gente que te busca;

Y concedes los beneficios de tu amor
A quien pone toda confianza en tu presencia,
Ante su derredor.


Pones a esa gente en seguridad contigo,
Lejos de pequeñas maniobras humanas;
La guardas libre ante los conflictos diarios.

Alabado sea el Señor, mi Dios y mi Padre.
Lo que ha hecho conmigo es milagroso.

En los instantes de mi soledad,
Estaba desamparado y me decía:
Creo que él no me guarda ya.

Pero he aquí que has oído mi llamada
Cuando te grité.

Vosotros que seguís al Señor, amadlo.
Se cuida de vuestra fe en él;
Destruye lo que está lejos de su amor.

Sed fuertes y tened valor,
Vosotros los que esperáis el encuentro del Padre.