Con el corazón ante los salmos
Salmo 112.”¿Quién como el Señor Dios nuestro, que se eleva en su trono y se abaja para mirar al cielo y a la tierra?”.

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB

 

 

Sentimientos:

- Te abajas
- Mi debilidad
- Dinamismo evangélico
- Prefiero el riesgo a la comodidad

Reflexión:

• Señor, me siento admirado por la frase de tu Salmo. Eres digno de toda alabanza. Aunque eres Dios, sin embargo, te abajas hasta nuestra propia realidad.
• Me siento feliz de que en mi debilidad se muestre tu poder y tu fuerza.
• Sé que la fecundidad en mi trabajo apostólico no proviene de mis cualidades- pueden ser útiles- sino de tu presencia y de tu bendición. Enderezas lo que hago mal.
• Esta misma debilidad me lleva, amigo Señor, al reconocimiento de la dignidad de cada persona en su realidad concreta; a entablar con ella unas relaciones de hermandad en el ambiente en el que me desenvuelvo.
• Me atrae el dinamismo auténtico y progresivo de las personas con las que convivo y comparto mi existencia.
• Me doy cuenta perfecta de que la renovación de tu Iglesia y de cada persona dimana de su inquietud apostólica, de su intensa vida interior.
• Cuando se vive la presencia de Dios en cada instante del día, entonces la fidelidad florece sin muchas dificultades. Y si éstas sobrevienen, la fuerza divina nos impele a empresas todavía inéditas, para poner de manifiesto el celo que tiene su origen en el Señor que viene a tu encuentro desde el cielo para hacerse presente dentro de tu mismo ser.
• Prefiero correr el riesgo de la temeridad antes que quedarme quieto, pasivo en casa para evitar- como dicen los mojigatos- los peligros que hay en la calle y en los espectáculos.
• El mayor peligro de un ser creyente está en no “mojarse” en obras que redunden en bien del Evangelio, es decir, de los preferidos de Dios: los pobres.
• Hay que movilizar todas las fuerzas para el servicio de la causa del bien.
• Me parece absurdo que los no creyentes trabajen por su ideología de política y muchos creyentes- sólo eso- no hagan nada en la vivencia y en el testimonio de la obra de Dios en el mundo. Haz que no me duerma en los laureles.

Buenos días, Señor, y gracias.