Con el corazón ante los salmos
Salmo 68. “¡Sálvame, Dios, que me llega el agua al cuello!”.

Padre Felipe Santos Campaña SDB

 

 

Sentimientos:

- A disgusto contigo y con los otros
- Desilusionado
- Fracaso
- Mi rebeldía

Reflexión:


• Señor, en mi transcurrir cada día por este mundo, hay momentos en los que me siento ahogado. Y en este estado, no me encuentro a gusto conmigo mismo, ni con los demás, y, a veces- torpeza la mía- ni siquiera contigo. Te considero lejano de mí e insensible a cuanto me ocurre. Sí, tú lo sabes a la perfección. En estos momentos de decaimiento, bien podrías venir en mi 
auxilio en seguida.
• Sí, porque aunque te las sabes todas, experimento que pierdo la ilusión de vivir. ¡Cosa rara en mí! Pero es así. 
No le encuentro sentido a nada. Es más: es cuando echo en falta lo que he dejado por seguirte en serio.
• Un día tras otro en tu santo servicio hace que mi vida pierda sentido por momentos. Señor, ¿para qué vivir?, ¿por qué vivir?
• Las respuestas a estas preguntas son difíciles de contestar cuando el corazón hierve en emociones raras y el 
pensamiento se va por derroteros poco habituales en mí.
• Y para colmo, siento en mis carnes propias que el fracaso no es cosa de los que no confían en ti. También los tuyos nos vemos sometidos a la misma condición. No tenemos ningún privilegio.
• Llevado de mi rebeldía interior, te culpo a ti de cuanto me sucede. ¿Por qué no vienes pronto en mi auxilio?
• Y sé de sobra que debo pasar pos días oscuros y noches tristes. Pero mientras los paso, ¡qué mal me siento!
• Tras este desahogo contigo, permíteme que me acoja a ti para que el agua no pase del cuello. Así, en lucha 
permanente, podré aguantar bien los combates que he de llevar a cabo por tu nombre.
• Lo que te pido con mayor insistencia, Señor, es que no me deprima. Me causa horror ver a algunos amigos deprimidos. 
Son vegetales que ni sienten ni padecen postrados entre las sábanas de la cama.
• Haz, con tu ayuda y tu salvación, que vuelva a recuperar el sentido auténtico de la vida, para amarla en toda su intensidad, despejando los interrogantes que te he expuesto antes.
• Confío plenamente en ti.

Buenos días, Señor, y gracias.