Salmo 54

Oración ante la traición de un amigo



Dios mío, escucha mi oración, 
no te cierres a mi súplica; 
hazme caso y respóndeme, 
me agitan mis ansiedades. 

Me turba la voz del enemigo, 
los gritos del malvado: 
descargan sobre mí calamidades 
y me atacan con furia. 

Se me retuercen dentro las entrañas, 
me sobrecoge un pavor mortal, 
me asalta el temor y el terror, 
me cubre el espanto, 

y pienso: "¡Quién me diera alas de paloma 
para volar y posarme! 
Emigraría lejos, 
habitaría en el desierto, 

me pondría en seguida a salvo de la tormenta, 
del huracán que devora, Señor; 
del torrente de sus lenguas". 

Violencia y discordia veo en la ciudad: 
día y noche hacen la ronda 
sobre sus murallas; 

en su recinto, crimen e injusticia; 
dentro de ella, calamidades; 
no se apartan de su plaza 
la crueldad y el engaño. 

Si mi enemigo me injuriase, 
lo aguantaría; 
si mi adversario se alzase contra mí, 
me escondería de él; 

pero eres tú, mi compañero, 
mi amigo y confidente, 
a quien me unía una dulce intimidad: 
Juntos íbamos entre el bullicio 
por la casa de Dios. 

Pero yo invoco a Dios, 
y el Señor me salva: 
por la tarde, en la mañana, al mediodía, 
me quejo gimiendo. 

Dios escucha mi voz: 
su paz rescata mi alma 
de la guerra que me hacen, 
porque son muchos contra mí. 

Dios me escucha, los humilla 
el que reina desde siempre, 
porque no quieren enmendarse 
ni temen a Dios. 

Levantan la mano contra su aliado, 
violando los pactos; 
su boca es más blanda que la manteca, 
pero desean la guerra; 
sus palabras son más suaves que el aceite, 
pero son puñales. 

Encomienda a Dios tus afanes, 
que El te sustentará; 
no permitirá jamás que el justo caiga. 

Tú, Dios mío, los harás bajar a ellos 
a la fosa profunda. 
Los traidores y sanguinarios 
no cumplirán ni la mitad de sus años. 
Pero yo confío en ti.