Salmo 32

Himno al poder y a la providencia de Dios



Aclamad, justos, al Señor, 
que merece la alabanza de los buenos. 

Dad gracias al Señor con la cítara, 
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas; 
cantadle un cántico nuevo, 
acompañando los vítores con bordones: 

Que la palabra del Señor es sincera, 
y todas sus acciones son leales; 
el ama la justicia y el derecho, 
y su misericordia llena la tierra. 

La palabra del Señor hizo el cielo; 
el aliento de su boca, sus ejércitos; 
encierra en un odre las aguas marinas, 
mete en un depósito el océano. 

Tema al Señor la tierra entera, 
tiemblen ante El los habitantes del orbe: 
porque El lo dijo, y existió, 
El lo mandó y surgió. 

El Señor deshace los planes de las naciones, 
frustra los proyectos de los pueblos; 
pero el plan del Señor subsiste por siempre, 
los proyectos de su corazón, de edad en edad. 

Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, 
el pueblo que El se escogió como heredad. 

El Señor mira desde el cielo, 
se fija en todos los hombres; 
Desde su morada observa 
a todos los habitantes de la tierra: 
El modeló cada corazón, 
y comprende todas sus acciones. 

No vence el rey por su gran ejército, 
no escapa el soldado por su mucha fuerza, 
nada valen sus caballos para la victoria, 
ni por su gran ejército se salvan. 

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, 
en los que esperan su misericordia, 
para librar sus vidas de la muerte 
y reanimarlos en tiempo de hambre. 

Nosotros aguardamos al Señor: 
El es nuestro auxilio y escudo; 
con El se alegra nuestro corazón, 
en su santo nombre confiamos. 

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, 
como lo esperamos de ti.