Himno

Revestidos de blancas vestiduras

Fuente: Liturgia de las horas

   

Revestidos de blancas vestiduras,

vayamos al banquete del Cordero y,

 terminado el cruce del mar Rojo,

alcemos nuestro canto al Rey eterno.

 

La caridad de Dios es quien nos brinda

y quien nos da a beber su sangre propia,

y el Amor sacerdote es quien se ofrece

y quien los miembros de su cuerpo inmola.

 

Las puertas salpicadas con tal sangre

hacen temblar al ángel vengativo,

y el mar deja pasar a los hebreos

y sumerge después a los egipcios.

 

Ya el Señor Jesucristo es nuestra pascua,

ya el Señor Jesucristo es nuestra víctima:

el ázimo purísimo y sincero

destinado a las almas sin mancilla.

 

Oh verdadera víctima del cielo,

que tiene a los infiernos sometidos,

ya rotas las cadenas de la muerte,

y el premio de la vida recibido.

 

Vencedor del averno subyugado,

el Redentor despliega sus trofeos y,

sujetando al rey de las tinieblas,

abre de par en par el alto cielo.

 

Para que seas, oh Jesús, la eterna

dicha pascual de nuestras almas limpias,

líbranos de la muerte del pecado

a los que renacimos a la vida,

 

Gloria sea a Dios Padre y a su Hijo,

que de los muertos ha resucitado,

así como también al sacratísimo

Paracleto, por tiempo ilimitado.

 

Amén.