Himno

Profeta de soledades

Fuente: Liturgia de las horas

 

Profeta de soledades,

labio hiciste de tus iras,

para fustigar mentiras

y para gritar verdades.

 

Desde el vientre escondido,

fuiste tú el pregonero,

para anunciar al mundo

la presencia del Verbo.

 

El desierto encendido

fue tu ardiente maestro,

para allanar montañas

y encender los senderos.

 

Cuerpo de duro roble,

alma azul de silencio;

miel silvestre de rocas

y un jubón de camello.

 

No fuiste, Juan, la caña

tronchada por el viento;

sí la palabra ardiente

tu palabra de acero.

 

En el Jordán lavaste

el más puro Cordero,

que apacienta entre lirios

y duerme en los almendros.

 

En tu figura hirsuta

se esperanzó tu pueblo:

para una raza nueva

abriste cielos nuevos.

 

Sacudiste el azote

ante el poder soberbio;

y, ante el Sol que nacía,

se apagó tu lucero.

 

Por fin, en un banquete

y en el placer de un ebrio,

el vino de tu sangre

santificó el desierto.

 

Profeta de soledades,

labio hiciste de tus iras,

para fustigar mentiras

y para gritar verdades.

 

Amén.