Himno meditado
Dame tu mano, María

Fuente: Liturgia de las horas

Reflexión: Padre Felipe Santos Campaña, SDB

 

 

Dame tu mano, María,
la de las tocas moradas;
clávame tus siete espadas
en esta carne baldía.
Quiero ir contigo en la impía
tarde negra y amarilla.
Aquí, en mi torpe mejilla,
quiero ver si se retrata
esa lividez de plata,
esa lágrima que brilla.

Déjame que te restañe
ese llanto cristalino
y a la vera del camino
permite que te acompaña.
Deja que en lágrimas bañe
la orla negra de tu manto
a los pies del árbol santo,
donde tu fruto se mustia.
Capitana de la angustia:
no quiero que sufras tanto.

Qué lejos, Madre, la cuna
y tus gozos de Belén:
"No, mi Niño, no. No hay quien
de mis brazos te desuna".
Y rayos tibios de luna,
entre las pajas de miel,
le acariciaban la piel
sin despertarle. ¡Qué larga
es la distancia y qué amarga
de Jesús muerto a Emmanuel!

¿Dónde está ya el mediodía
luminoso en que Gabriel,
desde el marco del dintel,
te saludó: "Ave, María"?
Virgen ya de la agonía,
tu Hijo es el que cruza ahí.
Déjame hacer junto a ti
ese augusto itinerario.
Para ir al monte Calvario,
cítame en Getsemaní.

A ti, doncella graciosa,
hoy maestra de dolores,
playa de los pecadores,
nido en que el alma reposa,
a ti ofrezco, pulcra rosa,
las jornadas de esta vía.
A ti, Madre, a quien quería
cumplir mi humilde promesa.
A ti, celestial princesa,
Virgen sagrada María. 

Amén.


Reflexión:

.Hoy, María, quiero acompañarte en tu camino diario ayudando a los seres humanos. Tus miradas, en ellos clavadas con la dulzura de una madre, le alientan en su camino y en su recorrido por tus sufrimientos.

.Tus lágrimas de madre dolorido brillan en mí como soles que me indican el verdadero camino. No quiero separarme de tu compañía. Es más, deseo ver y sentir contigo la visión de la película breve de tu vida: anuncio del ángel, tu incomprensión de aquel saludo, tu aceptación de la voluntad divina, tu parto en el pesebre, tu educación y la de tu Hijo en Nazaret, y tu subida al monte Calvario...

. Todo se recorre rápido ahora. Sin embargo, María, ¡cuán largos debieron ser aquellos días de la crucifixión de tu Hijo en la cruz!

. Cuida de nosotros para que no lo crucifiquemos de nuevo con nuestros pecados. Y contigo, María, aguardo y espero que aceptes esta jornada en tu compañía. Te quiero y te amo, Señora y madre mía.