Himno meditado
Muchas veces, Señor, a la hora décima

Fuente: Liturgia de las horas

Reflexión: Padre Felipe Santos Campaña, SDB

 

 

Muchas veces, Señor, a la hora décima
-sobremesa en sosiego-,
recuerdo que, a esa hora, a Juan y a Andrés
les saliste al encuentro.
Ansiosos caminaron tras de ti...
"¿Qué buscáis...?" Les miraste. Hubo silencio.

El cielo de las cuatro de la tarde
halló en las aguas del Jordán su espejo,
y el río se hizo más azul de pronto,
¡el río se hizo cielo!
"Rabbí -hablaron los dos-, ¿en dónde moras?"
"Venid, y lo veréis". Fueron, y vieron...

"Señor, ¿en dónde vives?"
"Ven, y verás". Y yo te sigo y siento
que estás... ¡en todas parte!,
¡Y que es tan fácil ser tu compañero!

Al sol de la hora décima, lo mismo,
que a Juan y a Andrés
-es Juan quien da fe de ello-,
lo mismo, cada vez que yo te busco,
Señor, ¡sal a mi encuentro!

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 

Amén


Reflexión:


.Árbol: tus hojas temblorosas me acarician el corazón como los dedos de un niño chico.

.Así, me imagino, se sintieron los apóstoles cuando el inicio de tu trabajo apostólico en el mundo.

.Eras claro en tu llamada. Los discípulos te preguntaron: ¿Qué buscáis? ¿Dónde moras? Son preguntas a las que ellos respondieron con su vida.

. ¡Qué fuerza no sería tu mirada para que ellos, gente sencilla, dejaran todo al momento para seguirte. No les ofreciste nada grande, nada precioso ni atractivo.

. ¿Qué tenías entonces? Me imagino que tu respuesta sería semejante a ésta: la fuerza de la novedad que ofrecías a tus apóstoles. Algo realmente sorprendente debían tener tus palabras, tus miradas para que , sin pensarlo dos veces, se dijeran: te seguimos adondequiera que vayas.

. Fueron y vieron tu pobreza material, pero lo que les arrastró fue, sin duda, el poder de tus palabras y la coherencia de tu vida.